A estas horas ya todos sabemos sobre el contingente conformado por cerca de 7 mil personas provenientes de algunos países de Centroamérica iniciaron su recorrido con rumbo a Estados Unidos. Se trata de la Caravana Migrante y su fin es que quienes viajan en ella puedan solicitar asilo una vez que logren pisar el que es considerado el país más poderoso del mundo.
Los motivos que impulsan a estas personas a migrar son variados pero todos ellos convergen en la huida de la pobreza, la delincuencia y la falta de oportunidades en sus países de origen. En este escape de la marginación se encuentra una población que además huye de violencias específicas: la homofobia y la transfobia. La población de lesbianas, gays, bisexuales y trans también está presente en la Caravana Migrante, y, a pesar de que comparten con otros migrantes historias de miseria y necesidad y de que su viaje busca dejar atrás el odio y la discriminación, sus compañeros de viaje los agreden por su orientación sexual y/o identidad de género, por lo que constantemente estas personas son acosadas y objeto de ataques.
Aunque la mayoría inició su viaje de manera individual, las adversidades del camino los han llevado a conglomerarse en un contingente para defenderse y cuidarse los unos de los otros de las agresiones homofóbicas a las que se enfrentan día a día como parte de la Caravana.
“Nosotros no tenemos leyes que avalen nuestros derechos como integrantes de la comunidad LGBTTTI. Que se nos trate de una manera digna y justa, porque merecemos un tratado digno, que se hagan ver nuestros derechos”, explica Eduardo, un joven gay de 25 años originaron de Santa Ana, El Salvador.
“Ha sido muy difícil, somos los más vulnerables de la caravana, sufrimos una crisis humanitaria y necesitamos de su apoyo. Hermanos centroamericanos que pertenecen a nuestra comunidad, unámonos todos”, agregó
Daphe Washigton, una mujer transgénero originaria de Cuba, cuenta que la primera noche tras pasar la frontera con México fue abusada sexualmente por un hombre mientras intentaba dormir en a calle. Sasha, otra mujer trans, explica que en los puntos de ayuda a los migrantes o refugios les es casi imposible obtener una ración de agua o alimento, pues cuando se forman a la espera de la ayuda padecen burlas, hostigamiento y bromas pesadas. En ocasiones prefieren no formarse para evitar este viacrucis, y en otras, cuando lo hacen, no son tomadas en cuenta. “Venimos pidiendo ayuda para que nos respalden, no más humillaciones ni más desprecios, lo que hace la gente es gritarnos e insultarnos, todo es discriminación. Queremos regresar, pero no podemos porque venimos de ser discriminadas y queremos ayuda porque somos muchas”, señala Teresa, otra mujer transgénero de 20 años de edad.