Cuando nos enteramos de que alguien sigue en el clóset, no lo juzgamos ¡Todo lo contrario! Tratamos de entenderle y apoyarle porque nosotros sabemos lo difícil que es decir públicamente cuál es nuestra condición sexual después de escuchar a quienes amamos externar comentarios tan dolorosos como los que a continuación compartiremos ¿qué podríamos hacer para evitarlo? ¡EDUCAR!
En esta cultura, los LGBT+ tenemos que aprender a lidiar con esto todos los días, aunque nos hemos dado cuenta de que cada vez es menos. ¿Pero a qué nos referimos con estas cosas homofóbicas que dicen tus papás?
Debemos hacerles entender que “Los Chistes de jotos” son prejuiciosos.
Perdónalos, no saben lo que dicen, aunque pueden hacerlo en cualquier momento y lugar, parece que lo hacen a propósito y se esperan a hacerlo en reuniones familiares, lo cual le pone betún al pastel de la humillación. Cuando se ríen de otros, se ríen de nosotros, por muy inocente que pueda parecer un chiste. Son los mismos chistes los que fortalecen la ignorancia y el estigma de todos los que no sean hombres blancos de entre veinte y cuarenta años.
No es ni joto, ni puñal ni mayate ¡es Gay
Los LGBTTTI somos especialistas en recibir insultos. A las lesbianas les llaman tortilleras o lenchas, hermafroditas a los intersexuales, y ni hablar de la tan violentada gente trans. Muchos de estos términos son alegorías para referirse a nuestra sexualidad y a lo femenino, y también hay frases como “se le hace agua la canoa”, “le gusta el arroz con popote”, “muerde-almohadas” o “empuja-caca”, todo ellos igual de homofóbicos. E igual que negro o musulmán, decirnos gay, si lo hacen con intención de ofender, funciona de la misma forma, aunque técnicamente no sea un insulto.
No nos digas Maricón
Este insulto en particular viene de una variación de María, el nombre para mujer por excelencia en el castellano. Pues entonces, maricón se refiere a todo lo femenino que no debe ser “un hombre”. La diferencia con los insultos anteriores es que los primeros se refieren a la homosexualidad en general, pero maricón también se refiere con gran frecuencia a la cobardía, cuando alguien no es suficientemente valiente o atrevido para hacer algo, y he visto a muchos bugas llamarse a sí mismos maricones cuando, por ejemplo, no tienen los huevos de decirle sus verdades a su jefe o de estar cerca de una araña o una serpiente.
Déjanos elegir el color y el juguete
Los Reyes Magos y Santa Claus ignoraron nuestras cartas toda nuestra infancia, y mientras nuestros primos, hermanos, amigos y vecinos jugaron felices con lo que ellos sí pidieron, nosotros nos tuvimos que conformar con lo que nos tocó… y que a ratos nuestra prima nos dejara jugar con su casa de muñecas. Esto es particularmente dañino porque es durante los años formativos cuando las heridas más profundas dejan huella para siempre.
No nos pongas límites.
Si eres niño, “ya deja de bailar y cantar y mejor ponte a jugar fútbol”, y al revés para las niñas. Siguiendo con el juego de roles, lo último que esto llegaba a ser era un juego, para convertirse en una tarea o hasta en una tortura. E iba más allá: “niña, pon y recoge la mesa”, “niño, escoge una buena carrera como medicina o leyes, que vas a tener que mantener a tu esposa y a tus hijos”, “mujer, ya deja de quejarte de que tu marido te pega o te pone el cuerno y mejor agradece que tengas a alguien que te dé qué comer y te ponga un techo a ti y a tus hijos”. Parece de película en blanco y negro, pero todavía pasa y mucho.
Déjame vestir como quiero
La imagen es también una parte esencial de nuestra personalidad, y más para los LGBT+s, sobre todo las personas trans. Pero como muchas otras cosas en esta sociedad patriarcal, el cabello corto, la barba, las corbatas y los pantalones “te hacen ver como hombre”, mientras que las faldas, el maquillaje, el cabello largo y los tacones, “como mujer”. Nada de esto tiene género, nosotros se lo hemos puesto, y nosotros también se lo podemos quitar si queremos, y si es que en verdad estamos dispuestos a luchar contra siglos de tradición.
No nos juzgues, no somos ladrones, violadores, pederastas y asesinos
Sabemos que sus intenciones son las mejores, pero cuando nos dicen que no les importa que seamos criminales u homosexuales, lo único que logran es hacernos sentir peor. Violar la ley es una decisión con la cual otras personas salen afectadas, pero nuestra orientación sexual y nuestra identidad de género no las elegimos y nadie tiene por qué ofenderse o verse afectado. Es como comparar el trabajo que elegimos con nuestro color de cabello o nuestra religión con el color de piel… nada tiene que ver una cosa con la otra.
… pero qué no adopten
Otra cosa que no tiene nada que ver. El desarrollo de nuestra sexualidad se queda en la cama o a la persona que vemos realmente en el espejo, y ni aumenta ni disminuye el amor que una persona LGBT+ le puede dar a un hijo comparada con una persona heterosexual. Algunas personas, como nuestros padres, creen apoyarnos cuando “nos dan su aprobación” para hacer nuestra vida al lado de alguien de nuestro mismo sexo, pero cuando de hijos hablamos, otra vez suben las defensas. Repito, es cuestión de informarlos y de darles tiempo, pero si aun así no llegan a entenderlo, no tienen por qué ser un obstáculo si realmente queremos comprar una cuna y una sillita para el coche.
¿Y si te da sida?
Ya sé, esto cada vez es más risible, pero es que en verdad es preocupación de muchos padres (que deberían preocuparse igual por sus hijos heterosexuales). Nadie está exento de estar en contacto con las infecciones de transmisión sexual, y sabemos que los índices entre hombres homosexuales son mayores que los de la población heterosexual, y más los de la gente trans. Sin embargo, muchos LGBT+ nos cuidamos más que si estuviéramos en cuarentena (consultamos con médicos, nos hacemos pruebas periódicamente y usamos protección), y aunque llegáramos a recibir algún resultado positivo, sabemos que no es para menos, pero también que si nos diagnosticamos y tratamos oportunamente, podemos seguir con nuestra vida normal, un panorama abismalmente distinto al de hace treinta años.
Yo respeto, pero…
Si alguien apoya a otra persona, debe estar siempre al pie del cañón, en las buenas y en las malas, sin condiciones, defenderla a capa y espada, porque la quiere; y si la lastiman, también lo lastiman a uno. Ese pero hace que el trabajo de activistas durante décadas se venga abajo, así que si alguien quiere usarlo, tiene que pensar dos veces antes de hacerlo, porque contradecirse puede llegar a ser muy fácil.
Ni ellos ni nosotros decidimos que existiera la diversidad sexual, pero ya está en este mundo, así que todos tenemos que aprender a vivir con ella. Entre nosotros tenemos que ser pacientes y abiertos, escuchar y compartir argumentos sólidos, y estar dispuestos a aprender de las diferencias.