«¡Ni uno más, ni un solo asesinato!», rugieron con rabia cincuenta manifestantes mientras llevaban su féretro envuelto en la bandera de la justicia. El Monumento a la Revolución se llenó de arriba a abajo y sus laterales estaban forrados de gente que había salido en este día soleado para algo que merecía la pena: Recordar a aquellos hombres a los que se les arrebató la vida por prejuicios o crímenes de odio contra otros por sus preferencias sexuales. Durante años, grupos como el nuestro se han reunido aquí cada año justo antes de que comience el Mes del Orgullo; esta vez, sin embargo, las cosas se sintieron diferentes a cualquier otro evento anterior al que he asistido, al menos desde que comenzamos a reunirnos hace cuatro años, cuando ocurrió lo de Orlando hace más de dos años.