Así como lo leyeron en nuestro título, los homosexuales fueron catalogados por los nazis como corruptores de la sangre alemana. Esta preferencia sexual fue declarada delito de degeneración, contraría al comportamiento social saludable.
A lo largo de toda la Europa Central existieron normas que castigaban los “usos” homosexuales. En Francia, Alemania y Austria se impuso el Párrafo 175, un fragmento de ley que declaraba que cualquier hombre podía ser arrestado, procesado y enjuiciado por presentar alguna tendencia homosexual; sin embargo, su aplicación no había tenido mayor repercusión, pues antes de que el nazismo tomara las riendas de los gobiernos europeos, cualquier asunto relativo a la sexualidad pertenecía a la vida privada.
Una pareja baila en el «El Dorado», un club nocturno frecuentado por miembros de la comunidad homosexual de Berlín. La discoteca, junto con otros establecimientos similares, fue cerrada por el gobierno nazi en la primavera de 1933. Crédito: United States Holocaust Memorial Museum, cortesía de Bildarchiv Preussischer Kulturbesitz
Retrato de Frieda Belinfante, supuestamente vestida con ropa de hombre para disfrazarse de informantes nazis. Crédito: United States Holocaust Memorial Museum, cortesía de Toni Boumans
De tal manera, hubo en Alemania una época de relativa calma para homosexuales y lesbianas que terminó cuando Hitler tomó el poder. Inmediatamente, las leyes que determinaban las características “deseables” de un ciudadano excluyeron también conductas y estilos de vida. Se clausuraron bares de temática gay y se organizaron retenes de seguridad en plazas o bares frecuentadas por hombres y mujeres atraídos a su mismo sexo. Por ello, los homosexuales fueron asediados y, a pesar de que eran reconocidos como ciudadanos, se les excluyó de toda esfera pública y de reconocimiento social. En los territorios ocupados, la homosexualidad no era un foco particular de la animosidad nazi, si acaso una indicación de inferioridad eslava. Las orientaciones sexuales desviadas eran una “amenaza” contra la creación de la “raza dominante” aria, ello implicaba que los homosexuales, contando con la “oportunidad” de proliferar la estructura y la grandeza del régimen, decidían abiertamente adquirir una posición social que no les pertenecía. Los nazis nunca dudaron sobre la condición aria de quienes eran procesados por homosexualidad; de tal manera, no fueron programados para el asesinato sistemático, sin embargo fueron detenidos y enviados a campos de concentración.
Para identificar a los homosexuales, la Gestapo compiló listas de individuos conocidos, animó a todos los ciudadanos a informar sobre comportamientos “pervertidos”, obligó a los detenidos a delatar a otros, llevó a cabo redadas en bares y lugares frecuentados por homosexuales y confiscó listas de suscriptores a revistas. Entre 1933 y 1944, los nazis condenaron y enviaron a campos de concentración a miles de hombres acusados de homosexualidad, quienes fueron víctimas de humillaciones, torturas y asesinato. Dentro de los campos, los homosexuales se identificaban por el uso de triángulos de color rosa (el triángulo rosa se adoptó como un emblema de los derechos del movimiento gay décadas después). Fueron objeto de trato severo diseñado como una forma de condicionamiento conductual basado en el concepto del aprendizaje a través de la aversión. En los campos, los homosexuales con frecuencia eran maltratados por otros prisioneros. En Dachau, por ejemplo, los homosexuales fueron sujetos de experimentos hormonales, lobotomías y violaciones, pues se creía que los tratos severos ayudarían a modificar su comportamiento.