En el documental que Madonna estrenó el año pasado y en el que presentaba su álbum Madame X, la reina del pop abría las puertas de su vida en Lisboa y explicaba cómo la capital portuguesa había inspirado sus nuevas canciones.
También relataba sin tapujos la soledad que experimentó al trasladarse a una ciudad en la que no conocía a nadie, con la única motivación de ayudar a su hijo David a convertirse en futbolista profesional. Un cambio que le hizo recordar los inicios de su carrera en Nueva York, ciudad a la que llegó sola con 19 años y 35 dólares en el bolsillo con un objetivo: conquistar el mundo.
El apabullante triunfo profesional llegó, acompañado de una larga lista de romances, varios novios formales y dos matrimonios, pero en lo personal nunca alcanzó el éxito definitivo, al menos hasta ahora. Con lo que Madonna no contaba al adaptarse a la vida lisboeta es con reencontrarse con el amor. Menos aún con alguien a quien ya conocía hacía tiempo.
Casi un año después de que comenzasen los rumores y a través de su cuenta de Instagram, la cantante ha confirmado su relación con el bailarín Ahlamalik Williams. Coincidiendo con el 27 cumpleaños de él, Madonna le dedicó la siguiente felicitación: “No me imagino a una persona mejor con la que pasar la cuarentena”. A punto de cumplir los 62 y tras unos meses de lesiones graves que le obligaron a cancelar numerosos conciertos a principios de año, la diva se muestra con la misma ilusión que tuvo con los grandes amores de su vida.
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Una vida en la que perseguir este sentimiento, pese a su carácter indomable, siempre ha sido una de sus prioridades y su principal inspiración.
Cuando Madonna alcanzó la fama, la prensa no tardó en acusarla de haber seducido a los hombres que podían ayudarla a impulsar su carrera.La realidad es que Madonna había tenido relaciones con los productores de sus primeros éxitos, como Jellybean Benitez o Stephen Bray, pero no es menos cierto que años después siguieron trabajando y manteniendo una buena amistad con ella.
Apenas dos años después de convertirse en una estrella, Madonna conoció al amor de su vida, o al menos así se refirió a él durante muchos años. Con Sean Penn vivió un romance fugaz, una boda de película intentando esconderse del helicóptero de paparazis que sobrevolaba el acantilado donde se celebraba la ceremonia, y un matrimonio que fue tan icónico de la década como convulso.
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Duró tres años en los que la fama de ella crecía tanto como las ganas de privacidad del actor. De la ruptura se publicó de todo, incluyendo episodios muy escabrosos, pero el paso del tiempo volvió a darle la razón a la cantante, ya que ambos han demostrado que tienen una buena relación colaborando habitualmente en proyectos benéficos del otro.
Parecía que, pasados los cincuenta, la reina del pop no volvería a enamorarse, pero pronto llegaron el modelo brasileño Jesús Luz, el bailarín Brahim Zahibat y desde hace algo más de un año, Ahlamalik Williams.
Cuatro años después de conocerle y ficharle para su Rebel Heart Tour, él se montaba en el mismo coche que ella al terminar su actuación en Eurovisión, dando paso a los rumores que finalmente se han confirmado. Una nueva oportunidad para una mujer a la que el hombre que más le ha marcado es su padre. Un hombre estricto que la educó primero solo (su madre murió de cáncer cuando ella tenía 5 años), y luego junto a una madrastra que despertó en la joven Madonna una rebeldía y al mismo tiempo la necesidad de formar una familia feliz y estable. Por eso ha vivido sus rupturas sentimentales como los grandes fracasos de su vida, y hoy, junto a Williams y sus hijos menores, sigue confiando en poder triunfar definitivamente en este terreno.
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