En el 2012 The New York Times publicó un artículo en el que relacionaba la homofobia y la homosexualidad.
El texto exponía el resultado de varias investigaciones donde aclaraban que no todos los homófobos son homosexuales ya que se puede tener antipatía u odio hacia personas diferentes por diversos motivos, pero, en este punto es donde salió lo alarmante.
Una persona puede ser homofobica por educación, por creencias de cualquier tipo o por miedo.
Esta aversión puede estar producida por la represión que ciertas personas hacen de sus propios deseos, como diría Freud. Es justo lo que les sucedió a personalidades de cierta notoriedad pública.
En Estados Unidos se hicieron famosos varios líderes evangélicos y políticos que tildaban a la homosexualidad de pecado o que abogaban por incluirla como delito de odio.
El paso del tiempo descubrió que quienes defendían estas tesis habían tenido experiencias con personas de su mismo sexo.
Existen diversas investigaciones que evidencian la correlación entre homofobia y homosexualidad. Una de ellas fue la publicada en 2012, después de analizar el comportamiento de 748 jóvenes estadounidenses y alemanes. En el estudio se les pidió que expresaran su tendencia sexual en una escala de cero a 10, desde homosexual a heterosexual. Después realizaron un ejercicio de “asociación semántica”, que consiste en categorizar imágenes relacionadas con la homosexualidad o la heterosexualidad mientras el ordenador mide el tiempo de reacción. Los investigadores incluyeron la palabra yo de manera subliminal. Aparecía tan solo 35 milisegundos para que la mente consciente no reparara en ella. Según la asociación semántica, si uno cree que es homosexual y antes ha aparecido la palabra yo, hace una asociación más rápida, tal y como mide el ordenador.
Los resultados concluyeron que más del 20% de los participantes que expresaron que eran completamente heterosexuales mostraban alguna discrepancia con sus respuestas. Y lo más sorprendente: dichas personas eran más proclives a promulgar políticas contra los homosexuales o de imponer castigos más severos al colectivo por delitos menores. Cuando los investigadores profundizaron en la educación que habían recibido los participantes comprobaron un nexo común: quienes más habían discrepado en el ejercicio habían crecido en ambientes muy controladores, con padres muy beligerantes contra la homosexualidad.