Acabo de colgar con Gabriela Bravo Herrera, una empresaria de 34 años que sufrió un ataque homofóbico el pasado viernes 13 de octubre en la supuestamente gay friendly CDMX. Gaby quedó de verse con seis amigas en la cantina El Gran León de Oro, ubicada frente al Teatro Insurgentes. Al llegar, Gaby y sus amigas se percataron de que los comensales de la mesa de al lado estaban en estado de ebriedad.
«Nosotras éramos siete amigas, de hecho dos de ellas eran bugas. Ellos eran una mujer y dos tipos. A mí me quedaban exactamente enfrente. Nosotras estábamos platicando, terminando de cenar. No hubo una muestra de que mis amigas se estuvieran besando ni nada de eso. Yo me había tomado un whisky, ni siquiera estaba peda y nunca he sido mala copa. De repente vi que el tipo de la camisa roja volteó a la mesa, crucé la mirada con él y como que me quiso sonreír y yo pensé: este está bien pedo, yo no voy a seguirle la peda, la verdad. Yo nada más me volteé y seguí platicando con mis amigas. En eso la vieja como que lo jala del cabello y se dirige a mí y le dice: “¿Qué les estás viendo a estas pinches marimachas de mierda?”. Yo volteo y la veo. Ella me ve directamente a los ojos y me dice: “Y a ti te voy a partir tu madre por pinche marimacha asquerosa”. Te juro que yo no le hice nada».
Ella lo único que quería era disfrutar de su viernes, pero sus amigas también se molestaron y una la convenció de que llamaran al gerente. Por fortuna, el gerente de El Gran León de Oro trató de manejar la situación.
El mesero les entregó la cuenta a los borrachos homofóbicos pero seguía la vibra agresiva, así que Gaby, con el fin de evitar problemas, optó por ir al baño porque pensó que si esa gentuza volvía a decirle algo ahora sí ya no iba a tolerarlo.
«Me fui al baño y pensé: ojalá que cuando regrese ya se hayan ido. Regresé, me senté y la vieja me dijo: “¿Qué pedo, puta? Ahora sí te voy a partir la madre, pinche marimacha”. Y ahí sí le dije ‘huevos’ y me volteé. Ella se ardió mucho, aventó su mesa, me seguía insultando. Ahí sí me paré y le dije: “¿Qué te pasa? ¿Por qué me estás ofendiendo?”. Y en eso el güey de camisa roja se para, me empuja y me dice: “Órale, pinche marimacha, ¿no que muy machita?”. Atrás había una mesa de puros chavos y ellos se prendieron también. Los meseros y los de seguridad me hicieron casita porque el güey se metió y me empujó. La vieja se acercaba, retándome, gritándome: “Adefesio, me das un chingo de asco, tú te haces pasar por hombre y ve, eres una putita”».