Aceptar su homosexualidad fue un camino difícil para este fervoroso evangélico de 37 años que, desde pequeño, fue inducido a pensar que ser gay era cosa «del demonio».
Hoy, reconvertido en pastor de la primera iglesia para la comunidad LGBT de Brasil, pregona ante centenares de fieles que Dios quiere a todos por igual y que los homosexuales «no necesitan cura, sino amor».
«Yo estaba en constante lucha conmigo mismo, sufrí mucho, no conseguía aceptarme, amarme… Hice varias ‘corrientes de liberación’, intentando conseguir una cura, pero fue algo inútil. Las personas podemos cambiar el color de nuestro pelo, pero no podemos cambiar nuestra esencia», dice a la AFP este atlético exempleado de banco, antes de empezar su culto en la ‘catedral’ de la Iglesia Contemporánea, en un barrio popular al norte de Rio de Janeiro.
La «cura gay» está en el centro de los debates en Brasil desde que dos semanas atrás un juez permitió que los psicólogos vuelvan a usar las terapias de «(re) orientación sexual», castigadas incluso con la suspensión de la licencia profesional.
La medida, a tono con la creciente ola conservadora y evangélica que vive Brasil, indignó al colectivo LGBT y reabrió una discusión que la Organización Mundial de la Salud enterró en 1990, cuando dejó de considerar a la homosexualidad como una enfermedad.