El asesinato de Gianni representó una realidad y un mito a la vez, pero ¿qué tanto sabemos de ello para poder hablar sobre su vida y muerte?
«La mujer que hacía Versace en los 80,
ahora la hacen todos».
– Franca Sozzani
Cuentan que sin él las súpermodelos nunca hubieran podido ser las mismas. Que la moda italiana renació con su figura y genio creativo. Que el mundo del diseño en los años 80 cambió drásticamente gracias a su trabajo. Que alrededor de su muerte existió toda una compleja conspiración, misma en la que su hermana –Donatella– ha sido culpada más de una vez como involucrada. El aura de Gianni Versace y el hueco que dejó su asesinato se han convertido en un absoluto mito; un relato que va de lo fantástico a lo trágico y que ha hecho volar nuestra imaginación desde aquel fatídico 15 de julio de 1997 en que fue disparado afuera de su residencia en Miami.
Pero, ¿qué sí podemos decir a ciencia cierta sobre uno de los diseñadores más representativos de una década y que, de hecho, desconocemos? Sabemos que Versace cambió la industria para siempre, que su nacimiento en Calabria, Italia, marcó para siempre tanto la identidad de la firma como la industria que a través de su arte edificó, y que su marca es una de las mejor valuadas en el sistema del fashion. Sin embargo, hay otros datos que debemos considerar antes de arrojarnos a suposiciones o juicios tergiversados.
La madre de Gianni fue quien le transmitió un genuino amor por la moda. Fue ella quien le enseñó a hacer ropa, las labores de una sensible costurera y la persona que le mostró cómo atender a un cliente exigente cuando él apenas tenía nueve años.
Originalmente, el mítico diseñador estudió Arquitectura, pero las pasiones que desencadenó su temprano trabajo en la costura le dirigieron a lo que sería su destino.
A los 26 años, Versace se mudó a Milán y comenzó a trabajar en freelance para marcas como Callahan, Complice y Genny. Etiquetas que le ayudaron a propulsar su profesionalización y el entendimiento suficiente para sobrevivir en la industria.
Fue en 1978 cuando lanzó su primera colección para mujeres, la cual fue presentada en el Museo de Arte de Milán. Poco tiempo después comenzó a generar ropa para hombre, encontrando un nuevo nicho al cual dirigirse. Ese mismo año, su primera boutique abrió las puertas.
El enigmático logo de Versace, la cabeza de Medusa, toma inspiración de un grabado en unas antiguas ruinas en donde Gianni y sus hermanos solían jugar de pequeños. Toda la carga simbólica, histórica y sentimental de este ser mitológico fue algo que el diseñador siempre quiso que se transmitiera por medio de sus creaciones.
Él fue uno de los primero diseñadores en la etapa contemporánea del fashion que vistió a decenas de celebridades de forma gratuita con tal de promocionar su marca.
El término súpermodelo –aunque gestado en forma por el imaginario de Lagerfeld y las mujeres casi perfectas e inalcanzables– nació, de hecho, a partir de una colección de Versace. Fue él quien decidió que las modelos más top y exclusivas del momento caminaran para su colección otoño-invierno 1991 / 1992.
Versace fue el responsable del vestuario para Madonna, Elton John, la princesa Diana o Cher, personajes en extremo cercanos a él en una mezcla de amistad, fascinación, estima y deber profesional.
En 1993 ganó su primer galardón como creativo de la moda, otorgado por el Council of Fashion Designers of America.
Tras su muerte se dio a conocer que Gianni dejó el 50 % de su compañía a su sobrina Allegra Versace, que Donatella asumía el cargo de Directora Creativa para Versace, que sus hermanos Santo y Jorge Saud se hacían CEO’s de la línea de hogar y que la firma seguía bajo los preceptos que él siempre había compartido en la moda.
Su imperio es tan grande que incluso la firma cuenta con una cadena hotelera de lujo llamada Palazzo Versace. Asimismo, sus colaboraciones llegan absolutamente a todo el mundo, gracias a que en la administración de la empresa, se ha decidido trabajar con H&M, Lamborghini y otros.
En vida –y aun en los relatos históricos– el rival número uno de Versace fue Giorgio Armani. Personaje clave en la moda que, incluso, alguna vez dijo que Gianni le confesó: «Si tú vistes a las damas, yo visto a las rameras». Nunca se ha corroborado tal sentencia.
Acerca del asesinato, pocas respuestas claras hay sobre si Cunanan –hombre catalogado como el homicida– fue uno de los jóvenes que se acostaba con Gianni y su pareja, Antonio D’Amico; si éste buscaba la fama o la venganza a través del disparo o si es que todo fue una deuda pendiente con la mafia calabresa, misma que aseguró en una ocasión que Versace lavaba dinero para ellos.
Gianni Versace, con aliados tan imponentes como Richard Avedon y Franca Sozzani, fue el hombre que abrió la libertad de expresión sexual en su trabajo, que diseñó a la mujer empoderada y ultrasensual, que hipersexualizó a la industria en una época difícil para la representación femenina, que innovó con materiales jamás antes vistos en pasarela y que inauguró la idea de un couturer superestrella y de tabloides. Fue él quien hizo la oficial renuncia al decoro burgués del fashion y que, tanto en vida como en muerte, insertó el mundo del espectáculo a las esferas del diseño.
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Aunque haya quien dice que Versace es hoy más Donatella que Gianni, que la firma es una de las más irresponsables a nivel mundial en términos de contaminación y que la marca se maneja en los horizontes de la nostalgia, no podemos negar que la casa con el símbolo de la Medusa es un hito en la historia. Que Versace es un bastión del estilo y de la revolución. Aspectos que podremos ver este enero, mes del estreno de la esperada segunda temporada de American Crime Story por FX.