Una de las creaciones más poderosas del siglo XX fue la estrella de rock: el dios acicalado y erótico de la resistencia con guitarra en mano. Pero quienes encarnaron a ese personaje no salieron de la nada. Los representantes los pulieron y les dieron forma y, en la era del rock clásico, esos representantes a menudo eran hombres homosexuales.
Durante décadas, no se hablaba mucho de la relación cercana entre los representantes y los músicos predominantemente heterosexuales a los que asesoraron. Sin embargo, recientemente se han convertido en un motivo de orgullo y celebración.
Los representantes hicieron más que influenciar la presentación de los músicos. Presentaron la imagen de un nuevo tipo de hombre. Conforme progresó la década de los sesenta, la androginia se volvió fundamental en la imagen masculina, con el cabello largo, la ropa de colores brillantes y, en el caso de los “mod” de mediados de los sesenta, vistosos trajes a la medida.
Además, en una era en la que la expresión homosexual se reprimía brutalmente, los hombres podían expresarse a través de los símbolos sexuales más influyentes del momento, lo cual creaba una suerte de ventriloquia erótica.