El ruso Maxim Lapunov es el primer homosexual que ha desafiado las amenazas de muerte de las fuerzas de seguridad de Chechenia para denunciar públicamente las torturas y la persecución masiva de los gays en esa república rusa del Cáucaso.
«Hasta ahora, el principal argumento de las autoridades para negarse a investigar era la ausencia de testimonios. Pues ahora ya tienen al primer testigo», aseguró hoy a Efe Ígor Kochetkov, el director de la Red LGBT Rusa.
Lapunov decidió dar un paso adelante después de que la denuncia formal que presentó hace tres semanas ante el Comité de Instrucción obtuviera como respuesta la práctica inacción de las autoridades rusas.
Oriundo de la ciudad siberiana de Omsk, Lapunov está dispuesto a regresar a Grozni, la capital chechena, para identificar a los que le torturaron y localizar las cárceles secretas donde supuestamente han sido recluidos durante los últimos meses los homosexuales.
«Hay otros gays que han denunciado torturas, pero sólo él estaba dispuesto a declarar públicamente. Lo que le diferencia es que él no tiene familia en Chechenia. Los familiares de los gays chechenes son rehenes de las autoridades y, si hay denuncia, sufrirán las represalias», explicó Kochetkov.
En opinión del activista, eso no resta ni una pizca de coraje al gesto de Lapunov, «ya que a él también le amenazaron con matarlo si cantaba».
«Es un hombre muy valiente y estoy seguro de que no será el último. Ayudará a muchos a encontrar la fuerza interior para dar ese paso», dijo y estimó en «varias decenas» a los chechenes que han recurrido durante los últimos meses al anonimato para denunciar abusos en Chechenia, república musulmana.
Lapunov relató al periódico «Nóvaya Gazeta», el iniciador en abril de las denuncias sobre las torturas y asesinatos de homosexuales en Chechenia, cómo fue detenido en un centro comercial en Grozni el 16 de marzo de 2017 y retenido por espacio de casi dos semanas.
Durante un primer interrogatorio fue acusado de instalarse en Chechenia para «seducir a chicos chechenes» y se le conminó a identificar a otros gays con los que mantenía relaciones.
«No debería haber gente como tú en el mundo» o «Tú ni siquiera eres un ser humano», le gritaban sus torturadores, que le golpearon con barras de goma en un sótano encharcado en sangre, según su testimonio.
Lapunov también pudo ver cómo en la celda vecina le pegaban a un conocido suyo, un chechén, que fue detenido gracias a la información que él mismo proporcionó a sus captores, y entró en contacto con otro ruso, que fue también detenido por ser gay.
«Todo el tiempo que estuve en el sótano traían continuamente a nuevos detenidos. Escuchaba cómo les pegaban. Por las conversaciones comprendí que todos eran sospechosos de ser homosexuales«, indicó.
Precisó que en algunos casos para arrancar las confesiones a los detenidos los guardas utilizaban descargas eléctricas.
Finalmente, fue puesto en libertad, «aunque apenas podía andar», le obligaron a grabar en video una confesión en la que reconocía haber mantenido relaciones homosexuales, tuvo que poner sus huellas en una pistola y le dieron unos 100 euros y un billete de autobús con destino a Piatigorsk.
«Me advirtieron que si denunciaba lo ocurrido, lo pasaría mal. Me encontrarían, inventarían un caso penal, me juzgarían y me enviarían a prisión. O simplemente tomarían represalias contra mí o contra mi familia», rememoró.