Sophía nació siendo un chico, tiene solo seis años y ya ha hecho historia en México, donde este 2017 se convirtió en la primera menor de edad en cambiar de nombre y género en su acta de nacimiento por la vía administrativa, sin tener que pasar por un juzgado que acredite su identidad trans.
Sophía vive hoy plenamente su realidad como niña trans, tras unos primeros años de vida complicados.
Estudia en la escuela como niña, juega a las muñecas y gracias al apoyo de familia, entidades civiles y el Registro Civil de la Ciudad de México, ya no la persigue esta pregunta: ¿Por qué nací siendo un niño?
La primera vez que su madre escuchó que Sophía hacía una referencia a su género fue en un hospital. Tenía un año y medio y la menor, que tuvo un pequeño percance, se emocionó cuando le cambiaron los pantalones por una bata.
«Me dijo -Mami, me pusieron vestido-«, cuenta la madre de Sophía.
Sophía mostró siempre una clara preferencia por ser y actuar como una niña. Algo propio de aquellas personas cuya identidad de género no concuerda con la que se les asignó al nacer.
Los problemas para la menor arrancaron en preescolar, con solo cuatro años. A los pocos meses «detonó una bomba», recuerda su madre.
«El niño andaba muy mal» en clase y se discutía a menudo. Además, contó que haría una fiesta y se disfrazaría de Frozen. Para muchos niños, fue el hazmerreír.
Su conducta era propia de la infancia trans. «Melancolía, tristeza, abandono, depresión, aislamiento. No sienten pertenecer ni al mundo de los niños ni de las niñas», dijo David Barrios, expresidente de la Federación Mexicana de Educación Sexual y Sexología, quien atendió a Sophía.
Las maestras no aprobaron el comportamiento e inventaron una especie de plan de choque, al que la familia accedió. La niña tenía que pasar tiempo con su padre y hacer cosas «de varones», como jugar al balón o ayudar en reparaciones caseras.
Esto la sumió en más tristeza. A los cinco años, llorando, se sinceró con la madre: «Yo no quiero ser niño, quiero ser niña».
Sin saber qué pasaba, su madre, que también tiene un niño de 4 años, empezó a buscar en Google y descubrió una palabra desconocida: «Trans».
Esto marcó un gran punto de inflexión. Contactó al colectivo Ser Gay, de defensa de los derechos LGBTI, y en la primera asesoría les comentaron: «Ustedes no tienen dos hijos. Sino una hija y un hijo».
El vicecoordinador de la asociación, Manuel Gutiérrez, recuerda que en estas primeras visitas había miedo y llantos en la familia, pero acudían todos -padres, hermanos, abuela y tía- y el apoyo a la niña era incondicional.
Al poco tiempo, Sophía empezó a vivir como la niña que deseaba ser, pero solo en casa. En la escuela se opusieron, pese a un dictamen favorable de la Comisión de DD.HH. estatal, remarca Gutiérrez.
Esta ambivalencia empezó a afectarle. Y entonces se acordó, junto al instituto educativo, cambiarla de colegio en el tercer año de preescolar.
Ese nuevo curso, y aunque al final unas maestras supieron, Sophía fue, para todos sus compañeritos, siempre y solo Sophía.
Hace más de un año, empezó un proceso que marca un hito en la historia de las infancias trans y de las poblaciones LGBTI en México, que pese a avances viven castigadas por la violencia.