El titular bien podría serlo de una noticia de El Mundo Today. «¿Por qué crees que es tan difícil para un gay encontrar pareja?» Llevo dándole vueltas a la pregunta que surgió en una cena hace un par de semanas.
Vaya por delante que no todos los gays somos iguales y que tampoco los heterosexuales lo tienen fácil, pero lo cierto es que ser gay en estos tiempos y conocer a alguien con quien construir una relación de pareja es algo mucho más complicado que pensar en cómo vestirse y elegir restaurante para la primera cita y ver qué pasa.
Conocer gente y ligar cuando las dos personas que se conocen posiblemente caminan armados de cautelas y desconfianza, con el corazón anestesiado y a menudo sin una referencia clara de lo que debería ser una relación de pareja, hace que el proceso sea algo especialmente complicado.
Si a eso le sumamos la cantidad de testosterona en la ecuación, una líbido de gatillo fácil y un entorno social que subraya la imagen y lo sexual, resulta casi imposible no dejar escapar un pensamiento sexual en cualquier situación de lo más cotidiano en el que hombre gay conoce a hombre gay, ya sea en el trabajo, el gimnasio, el metro o tomando una copa…
Y nos encontramos pensando con la entrepierna en más ocasiones de las que seguramente imaginamos.
Además hoy es más fácil que nunca encontrar sexo, especialmente para un gay. No ya porque en cualquier lugar de ambiente prácticamente el 100% de los clientes podrían ser en un momento dado nuestra pareja sexual, lo que nos da el doble de probabilidades que a cualquier hetero que sale a tomar una copa, sino porque en la década de las app de contactos es más fácil tener sexo que pedir una pizza.
Además muchos de nosotros hemos crecido en un contexto social que nos ha bombardeado con sentimientos de presión, culpabilidad, vergüenza, inseguridad, discriminación, etc.
Y cuando hemos disfrutado y vivido nuestra sexualidad libremente en ocasiones lo hacemos sin tener previamente resueltos esos sentimientos, haciendo que entendamos y vivamos el sexo de un modo diferente a como lo vive un heterosexual.
Casi todos hemos tenido relaciones sexuales en más o menos ocasiones como un ejercicio puramente físico y placentero pero desprovisto de sensibilidad o emoción, algo absolutamente alejado de la idea anhelada de encontrar a una pareja con la que conectar y compartir algo que trascienda.
El sexo es genial y es más accesible que nunca para un hombre gay, pero al mismo tiempo el sexo con contenido parece escasear.
Y eso nos lleva a una idea recurrente: decimos que queremos una cosa pero en realidad hacemos la contraria. Queremos encontrar una pareja con la que compartir algo más, pero mantenemos relaciones sexuales puramente físicas y compulsivas.
Bienvenidos a la ceremonia de la confusión, ser gay es a veces algo confuso. Nada que deba sorprendernos, después de todo hemos crecido sin una referencia o modelo que nos ayude a saber lo que se espera de nosotros en una relación.
Los heterosexuales han crecido y se han educado en un contexto social, educativo y familiar que les ha transmitido unos valores y modelos de referencia. Ninguna sorpresa por otro lado, pues vivimos en un mundo predominantemente heterosexual, así que cuando nos salimos de la norma todo es posible y ampliamente opinable, no existe un modelo o guía más o menos aceptable por todos.
No existe un manual sobre cómo vivir en pareja, pero si eres gay menos todavía. Quiénes somos, cómo queremos vivir, a quién queremos conocer, queremos ser monógamos, qué tipo de relación necesitamos, casarse o no casarse, hijos si o hijos no… Son cuestiones y elecciones que vienen más o menos dadas para un hombre heterosexual y no plantean grandes contradicciones, pero que a un gay le hacen debatirse con facilidad entre la decisión de una vida de soledad consciente un día y la búsqueda del amor al día siguiente. Más confusión.