La ciudad histórica de Guanajuato y sus minas adyacentes son Patrimonio Mundial, designadas por la UNESCO, desde 1988, y aunque desde antes de esa fecha ha sido un destino turístico importante, es desde el boom industrial que ha vivido la entidad en los últimos años que el turismo ha enfrentado con éxito un proceso de expansión de su oferta y de reconversión hacia la sustentabilidad.
“Desde el gobierno de Guanajuato vimos que era necesario alinearnos a este modelo de sustentabilidad, porque la afluencia turística ha crecido mucho -25.2 millones de personas en 2016- y cada vez los visitantes confían más en establecimientos que tienen este nivel de compromiso con el turista y con el medio ambiente”, dice a El Economista Jorge Luis Cabrejos, director de Relaciones Públicas de la Secretaría de Turismo estatal.
“Como dato, han llegado a vivir más de 3,500 japoneses entre Salamanca, Celaya, León e Irapuato. Y al principio desconfiaban hasta del agua del grifo y pedían a los hoteles muchas botellas de agua para lavarse los dientes. Eso nos movilizó para buscar que las empresas tuvieran una gestión impecable del agua”, detalla.
“El florecimiento de este corredor industrial ha diversificado el mercado turístico pero también nos ha demandado realizar una serie de acciones tendientes a ofrecer otro modelo a nuestros visitantes y cuidar la gestión de nuestros destinos de manera creativa y responsable”, afirma Cabrejos.
De ahí que la Secretaría de Turismo guanajuatense haya optado por un modelo de sustentabilidad que incluye buenas prácticas en los destinos, establecimientos y organismos del sector, basadas en los criterios del Global Sustainable Tourism Council (GSTC), tendientes a mejorar los efectos del turismo y elevar el nivel de vida de los ciudadanos de cada destino turístico.